dimarts, 17 de novembre del 2015

El miedo que esconden nuestros actos cotidianos

Observar ante una situación como nos sentimos


Un Curso de milagros nos dice que en nuestra mente se encuentra el origen de nuestra existencia. ¿Qué quiero decir con esto? Que todo lo que somos, percibimos, sentimos y experimentamos es la mente que lo controla. Nuestra mente está creando constantemente nuestra realidad ya que nosotros hemos aceptado esta manera de ver el mundo,  mayormente esto ocurre de manera inconsciente con nuestras creencias, opiniones y maneras de ver el mundo. Normalmente al no ser conscientes del proceso nos quedamos en la forma. Intentamos arreglar algo que no nos gusta o nos está limitando con algo externo. Por ejemplo: No me gusta mi casa, pues me cambio, o la pinto de otro color, o cambio los muebles de sitio. No me gusta el coche, pues me compro otro. También pasa con las enfermedades y defectos físicos; No veo bien, pues me pongo unas gafas, que no me gustan las gafas, pues me pongo unas lentillas. Que no me gusto, pues me maquillo, me compro ropa nueva, me hago una operación estética, etc. Que me duele la cabeza, me todo un gelocatil.

Esta manera de funcionar es externa. Vemos una problemática y la queremos solucionar, allí donde se encuentra nuestro “problema”. Y nos olvidamos el papel tan importante que juega la mente.

Cualquier solución externa está sujeta a padecer, porque es una solución creada en el mundo material y en el tiempo. Renovar el coche, la casa será puntual, hasta que nos volvamos a cansar de ella o el coche se haya vuelto a estropear, la ropa nueva llegara un día que nos dejara de gustar y necesitaremos otra ropa. El maquillaje después de un día de fiesta y desmadre nos levantaremos por la mañana y veremos nuestro verdadero rostro. Y un gelocatil también se le acaban sus efectos.

Yo me pregunto, ¿Estamos realmente felices cuando solventamos una problemática de este estilo? Ya que un mínimo de inteligencia tenemos y de alguna manera ya sabemos que la solución que hemos encontrado no deja de ser temporal. Que llegara el día que tendremos que volver a afrontar estas sensaciones desagradables que estamos intentando evitar.

¿Entonces, como aferrarse a una ropa que se va a estropear, pasar de moda?

Esta manera de plantear la vida me recuerda a la filosofía Budista, de no aferrarse a nada. En realidad si observamos la vida, las plantas, los animales, el cambio de estaciones, el día y la noche. Parecen vivir acorde a esto, el día, no quiere quitarle protagonismo a la noche, el verano deja paso al otoño, el otoño al invierno, el invierno a la primavera y la primavera al verano. Las bacterias, nacen, crecen, se reproducen y mueren en minutos. Hay plantas que florecen una noche y la flor se marchita. ¿Crees que esta planta solo por florecer una noche le tiene miedo a florecer?  ¿Crees que las bacterias le tienen miedo a la vida ya que duran solo minutos?

El ser humano, nos hemos aferrado tanto a la vida que hacemos lo posible para intentar mantenerla.

¿Hasta qué punto molestarse porque mis pantalones favoritos se han roto está escondiendo mi propio miedo a la muerte?

Y cuanto más intentamos evitar algo parece que inevitablemente más  nos acercamos a esto. Solo hace falta observar el mundo, guerras, accidentes, enfermedades, hambre, suicidios… 

¿Sirve de algo aferrarse a la vida huyendo de la muerte? ¿O llegando a comprender la muerte es cuando se puede aprender a vivir?

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